sábado

Confesiones E-learning

Como es sabido, antes de que se hablara de la Sociedad de la Información, el aprendizaje por ordenador llegó a las empresas allá en los últimos años 80, aunque entonces se llamaba Enseñanza Asistida por Ordenador (EAO), y se consideraba la versión auténticamente programada de aquella enseñanza programada impresa que ya habíamos conocido, aunque utilizado mínimamente. Recuerdo que me resultaba incómodo saltar, en el papel, de una página a otra en función de la respuesta que seleccionaba en cada pregunta a que el texto me conducía. La EAO, encargado ya el PC de dar los saltos automáticamente, parecía un alivio en aquel ir y venir. Por entonces, en 1986, empecé a diseñar cursos interactivos en aquellos legendarios floppies, para personal técnico de grandes empresas; pero yo no era todavía un e-learner. Empecé a aprender on line en los 90; poco a poco transité de un perfil técnico (Telecomunicación) a otro más humanista, tras leer a Goleman, Senge, Csikszentmihalyi, Drucker, Parikh, Peters, Covey, De Bono, Belbin, Schein, Handy, Bennis, Seligman, Blanchard, Cooper, Marina y otros autores, pero sobre todo a través de la mucha información electrónica que ya se nos ofrecía en el escenario de la Sociedad de la Información. De modo que me hice un convencido e-learner, centrados mis esfuerzos en las áreas relacionadas con la efectividad personal y las denominadas habilidades directivas, aunque también buscaba información sobre otros temas que igualmente me interesaban. Debo decir que, procedente de medios impresos de elevado prestigio, encontraba información de gran interés en aquel BBS de Reuters, y que en aquellos años (1996-2000) me familiaricé con nuevos temas que iban apareciendo en el panorama de las consultoras de formación: la gestión del conocimiento, la gestión por competencias, el kaizen, las universidades corporativas, el coaching, el cultivo de valores, el diagnóstico organizacional, el liderazgo, la creatividad, el cambio cultural... En algunos casos compraba luego libros sobre el tema, elaboraba mis síntesis, y escribía algunos párrafos para revistas, y pronto igualmente para portales de Internet. El contacto con la mucha información disponible me movió a leer, a aprender y a escribir de modo continuo, porque me gustaba hacerlo. Pero, como experimentado e-learner, ¿qué puedo decir ahora sobre el acceso a la información disponible en Internet? Hay mucha información disponible Esta obviedad es lo primero que se me ocurre, pero resulta inevitable. Se precisa de un sólido pensamiento crítico para, separando lo más valioso de lo menos, extraer conocimiento aplicable; pero lo cierto es que se dispone de mucha información electrónica en el campo en que yo (consultor) exploro y del que más puedo hablar, y creo que igualmente en otros. Sigo pensando que quizá lo mejor es leer buenos libros, pero Internet me sirve para detectar las tendencias, hacer una primera aproximación a los temas emergentes y, en caso de interés, seleccionar los libros a leer, si es que no se dispusiera ya de sólidos artículos en algunos de los portales más conocidos, entre los argentinos, españoles, colombianos, venezolanos, chilenos, peruanos, etc. El crecimiento de la información en Internet es extraordinario: todos los días aparece nueva de la que a uno pueda interesar, y de la que no tanto. Los portales a que me refería garantizan un mínimo de calidad y, aunque algunos autores parecen haberse ganado la confianza de bastante lectores, podemos encontrar trabajos muy interesantes de autores menos conocidos. Creo que los directivos y trabajadores interesados en mejorar su perfil profesional en aspectos de índole personal (people skills), encuentran información muy valiosa, y que también pueden seguir las tendencias en lo referido a la gestión empresarial. Con destreza para buscar, uno encuentra cosas de gran interés y aprende. Se precisa buena dosis de pensamiento crítico Me gustaría insistir en ello. No es que uno deba recelar o desconfiar de todo, ni empeñarse en la crítica; se trata sólo de asegurarse del rigor de cada información antes de traducirla a conocimiento. Esto nos obliga a seguir buscando aunque tengamos ya algunas posibles respuestas, a indagar, a contrastar cada información, a filtrarla para separar el núcleo de los acompañamientos, a hacer a veces el papel de abogado del diablo, a leer entre líneas, a utilizar la intuición para desvelar intenciones, a cuestionar deducciones, a afinar en la síntesis. No toda la información que manejamos ha de ser traducida a conocimiento estable y aplicable, pero, si debemos ser cuidadosos con toda ella, hemos de serlo especialmente con la que vaya a formar parte de nuestro acervo. Hemos de evitar falsos aprendizajes, porque pueden resultar peores que la ignorancia. Y hemos de ser siempre conscientes de que las realidades se nos muestran parciales, nunca completas. Asimismo hemos de serlo de nuestros posibles prejuicios; de lo importante que es la prudencia al consolidar opiniones; de la posibilidad de estar nosotros mismos equivocados... Déjenme recordar aquí un texto de The Delphi Report (1990), de la American Philosophical Association: "El pensador crítico ideal es habitualmente inquisitivo, bien informado, de raciocinio confiable, de mente abierta, flexible, evalúa con justicia, honesto en reconocer sus prejuicios, prudente para emitir juicios, dispuesto a reconsiderar las cosas, claro con respecto a los problemas, ordenado en materias complejas, diligente en la búsqueda de información relevante, razonable en la selección de criterios, enfocado en investigar y persistente en la búsqueda de resultados que sean tan precisos como el tema/materia y las circunstancias de la investigación lo permitan". Creo que en la era de la información y el conocimiento, el pensamiento crítico debe acompañarnos en todo momento, para dar solidez y valor a nuestro posicionamiento cognitivo y emocional ante cada información o situación. El aprendizaje es un ejercicio de síntesis Esto puede en verdad decirse al margen del e-learning, pero resulta especialmente relevante cuando hacemos un hábito de esta práctica autodirigida. Más allá de la memorización, o de mecánicos resúmenes, el aprendizaje supone una síntesis dispuesta a cubrir un espacio contiguo de nuestra parcela del saber, ampliando ésta. Al aprender, necesitamos establecer conexiones con el acervo existente, de modo que los nuevos conocimientos queden enraizados, atrapados. Esta operación puede requerir un proceso de asentamiento en que se incuban conclusiones valiosas de cara a la aplicación. En la incubación pueden surgir nuevas inferencias, e incluso abstracciones. La ampliación de nuestra parcela de saber puede producirse porque el campo existía y nos vamos adentrando en él, pero también porque nosotros mismos contribuyamos a aquélla de forma creativa: generando nuevo saber. Estando, mediante el lifelong learning, actualizados en nuestro campo profesional, podemos llegar a innovar sin —por decirlo así— reinventar la rueda o resultar extravagantes; se trata de una exigencia de la nueva economía del conocimiento y la innovación. En suma, el aprendizaje autodirigido nos obliga a ser cuidadosos con las síntesis. Se hacen serendipitosos descubrimientos paralelos Sí: descubrimientos casuales y valiosos. Podemos encontrar informaciones que, aunque no respondan a nuestra búsqueda, puedan ser de gran utilidad en otro momento, y debemos reconocerlas y guardarlas. Puede ser nuestra intuición, y no sólo la razón, la que nos advierta del interés de algo, y debemos buscar con suficiente amplitud de miras y cierta dosis de autotélica concentración —intención exploradora, atención sostenida, intuición activada—. Con la misma rapidez con que desestimamos una información de bajo interés, podemos estimar otras, incluso fuera del patrón de búsqueda; pero démonos tiempo para juzgar debidamente y actuar en consecuencia. Como experiencia de este tipo, puedo decir que llegué por feliz casualidad a Mihaly Csikszentmihalyi hace unos diez años, y que, al encontrarme poco después con sus libros traducidos, pude encajar no pocas piezas de un viejo puzzle mental: siempre pensé que podíamos ser, a la vez, más efectivos y más felices en el desempeño profesional y, como ahora sabemos, este autor ha investigado al respecto. Pero, en mayor o menor grado, casi resultan cotidianos los hallazgos interesantes en Internet, al margen de lo que, como usuarios habituales, vayamos buscando. Atención a los cursos on line Hay a nuestra disposición efectivamente informaciones estructuradas en forma de cursos on line, a veces multimedia, recordando la enseñanza programada a que me había referido, e incluso presentadas también linealmente, como una especie de libro electrónico. Al comienzo del siglo, algunas consultoras de formación se dispusieron a impulsar los cursos on line como solución ventajosa a la formación continua en las empresas, aunque pronto se vio que no podía sustituir a la formación en sala y se postuló el blended learning. El hecho es que el material de e-learning proporcionado por los proveedores de cursos no ha generado todavía aprendizajes muy significativos en España, quizá porque se ha descuidado la calidad de los contenidos. Los proveedores denunciaban, en 2004, que las empresas compraban e-learning por precio y no por calidad. Desde luego, un buen curso on line —con información bien seleccionada, acorde con nuestro objetivo, y didácticamente formulada— puede ahorrarnos horas de búsqueda y esfuerzo de aprendizaje, y aun nutrir nuestro afán de aprender; pero si, por el contrario, estuviéramos ante cursos de baja calidad (técnica o didáctica) entonces podríamos hacer falsos aprendizajes y acabaríamos desconfiando del método. En estos cursos on line, el exceso de interactividad, o de aparato gráfico y audiovisual, no sustituye a la idoneidad de la información ofrecida, que ha de generar, de modo grato para el usuario, conocimientos o habilidades aplicables tras la mejora del desempeño profesional. Hay que recordar —pasando del ámbito electrónico al impreso— que un buen libro no lo es por otra cosa, sino por el contenido informativo-formativo que nos ofrece. Toda la potencia de las tecnologías de la información y la comunicación ha de ponerse al servicio de un aprendizaje efectivo, añadiendo valor y no sólo coste. Habrá quien asocie el e-learning únicamente a los cursos on line, pero lo cierto es que yo he encontrado en Internet artículos e informes realmente enriquecedores sobre los temas de mi ámbito, y en cambio los cursos on line a que he accedido me han parecido, en general, modestos en cuanto al contenido; para ser más concreto, a menudo me ha parecido que proporcionaban una información estrecha, limitada, parcial, cuestionable, falta de rigor. Personalmente, no me sorprende que los agentes del sector (incluida la Fundación Tripartita) denunciaran hace apenas un año que los aprendizajes no estaban siendo significativos, porque mi propia experiencia me lleva a pensar lo mismo. Si de verdad las empresas buscan el aprendizaje y desarrollo de sus personas, los contenidos on line ofrecidos a sus empleados han de mejorar, en general. Confiemos en que ya está sucediendo, porque el sector cuenta con buenos profesionales. Bienvenidas las comunidades de aprendizaje En esta rápida reflexión sobre mi experiencia, deseo referirme también a las comunidades de aprendizaje, donde casi siempre encontramos respuestas a nuestras preguntas. Lejos del aprendizaje en solitario, la Red nos facilita un aprendizaje "en solidario" con el soporte de foros ad hoc, cuyos miembros comparten inquietudes y conocimientos. Diríase que, muy al contrario de lo que tal vez podría haberse pensado, las TIC favorecen las relaciones interpersonales, incluso entre personas que de otro modo probablemente no se relacionarían. Yo he podido intercambiar impresiones con expertos como el ya citado Csikszentmihalyi, con Warren Bennis, con Frances Vaughan, con Don Maruska…, por no citar a los muchos hispanohablantes de diferentes países, principalmente del mío. La Red parece eliminar barreras de todo tipo, y facilitar los contactos. A la vez, y quizá por los muchos artículos míos publicados, recibo numerosos mensajes que no siempre puedo responder de modo satisfactorio; pasará lo mismo a quienes también, con sus aportaciones, contribuyan regularmente a la gran cantidad de información disponible. Sobre las plataformas corporativas Las universidades, y también las grandes empresas, orquestan típicamente los servicios de e-learning en plataformas (LMS) de soporte, lo que —campus virtual— viene a recrear el marco de relaciones de la formación presencial. Hablando sólo del e-learning corporativo, el sistema es útil al departamento de formación, que gestiona-controla así las actividades de aprendizaje de trabajadores y directivos, y es igualmente útil a los usuarios en la medida en que encuentren contenidos de interés y servicios valiosos. Aquí —en cuanto a plataformas— mi experiencia es más de tutor que de e-learner, pero sí puedo decir que, en los primeros años, las posibilidades del campus virtual no se solían aprovechar suficientemente por los usuarios. Por otra parte, habiendo tanta información disponible fuera de las plataformas, los contenidos ofrecidos por éstas han de ser realmente buenos; de otro modo, uno tendería a salirse de la plataforma —y del control a que se somete a los usuarios— y aprender también libremente, en medios electrónicos e impresos. Espero que no suene revolucionario, pero parece llamativo que no se ponga mucho empeño en comprobar la eficacia del aprendizaje (mejora del desempeño y quizá otros niveles de Kirkpatrick), aunque sí se mida el tiempo en que el usuario está técnicamente conectado. Conclusión Podemos ciertamente identificar el denominado e-learning con el acceso, vía TIC, a la mucha información disponible, ya sea espontánea o en forma de cursos on line. La economía del conocimiento nos obliga al aprendizaje permanente y al uso de las TIC, lo que convierte al knowledge worker en un lifelong e-learner. Tener acceso a mucha información es bueno, pero nos obliga a saber manejarnos en la cantidad y distinguir bien la calidad. Creo que hemos de desarrollar importantes competencias informacionales para el aprendizaje, entre las que he destacado el pensamiento crítico del que hay mucho que decir; pero hay asimismo otras importantes competencias soft y hard en esta familia informacional, por cierto tanto de tipo pull (para la consulta de documentos), como de tipo push (para su generación). Pero termino insistiendo también en la esperanza de que empresas y proveedores hagan posibles los cursos on line de calidad, bien entendida ésta como atributo de la información fácilmente traducible a conocimiento aplicable, y de satisfactorio efecto en los usuarios. Ésta ha sido una rápida síntesis de mi experiencia de e-learner, por si fuera de interés y para animar a otros e-learners a que también compartan su experiencia en la Red.

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